REFORMAS BORBÓNICAS
En este contexto, la corona española, bajo los
borbones, requirió con apremio de reformas económicas y políticas que le
permitieran colocarse en un terreno más favorable ante Inglaterra y Francia.
España diseñó, entonces, una política que le sirvió para aprovechar e incrementar
los recursos que obtenía de las colonias y, a la vez, impulso un desarrollo
interno de su manufactura. Los borbones aplicaron de ese modo, los principios
de la monarquía francesa y los cambios alcanzaron su apogeo durante el reinado
de Carlos III. Las reformas borbónicas, aplicadas a mediados del siglo XVIII en
todo el imperio español, buscaban reorganizar tanto la península como su
relación con los territorios de ultramar. Para la corona, las transformaciones
se plantearon bajo una concepción de actualización de la economía y el estado.
Para América, intentaban recuperar los créditos y atributos del poder que había
delegado los Habsburgos en grupos y corporaciones, colocando directamente a la
monarquía y a sus más cercanos colaboradores en la conducción política,
administrativa y económica del reino. Tales reformas implicaron un cambio
"modernizante" pese a que no tenían como objetivo la construcción de
nuevas estructuras sino la modificación de las existentes. Todo esto forzado
por el influjo que ejerció sobre España el "Despotismo Ilustrado" y
como respuesta a la necesidad de defenderse de los avances efectuados por
Inglaterra en industrialización, captación de mercados y rutas comerciales, que
debilitaban considerable la atrasada economía española. El centro de la reforma
fue, sin duda, el dominio de la monarquía y el estado sobre los intereses
particulares y corporativistas en todos los aspectos de la sociedad, la
agricultura, la industria, el comercio, el arte y el conocimiento. El encargado
de promover las reformas en América fue el visitador de Nueva España
(1765-1771) y posterior ministro de las indias, José de Galvez; en la Nueva
Granada, le correspondió a Gutiérrez de Piñeres en (1778-1780). Los agentes de
la corona se propusieron debilitar o aniquilar a cualquier individuo o
corporación que rivalizase con los poderes del soberano y contrarrestar así los
privilegios que atentaran contra el interés del estado. De esta manera se limitó
el poder político, obtenido por los criollos en los cargos públicos. Se
restringió su participación en estos, con la idea de impedir la formación de
poderes e intereses locales. Su desplazamiento fue copado por los nuevos
españoles y reformadores que llegaron de la península. Uno de los blancos
centrales de los innovadores Borbónicos fue la iglesia por su gran poder y sus
privilegios acumulados. Durante las primeras décadas del siglo XVIII se
dictaron leyes que prohibían la fundación de nuevos conventos en América. A su
vez, las fuerzas militares tuvieron especial atención en América. Se
organizaron las milicias en 1760 y se amplió el concepto de regimiento
compuesto por criollos y españoles, pardos y mestizos. Esta medida obedeció a
la imposibilidad de traer a las colonias guarniciones españolas y a la
necesidad de defensa que requerían los territorios americanos. Los reformadores
montaron el sistema de intendencias como jurisdicción político-administrativa,
frente al cual estarían los intendentes o gobernadores generales. El cargo de
regente se creo en 1776, y su fin primordial fue quitarle poder al virrey. El
principal objetivo de las transformaciones económicas fue mejorar y ampliar la
extracción de metales preciosos y materia primas, de tal suerte que sustentara
en la península el desarrollo agrícola y manufacturero. Hubo, pues, una mejora
técnica e incentivo para los mineros. A mediados del siglo XVIII se acudió a la
contratación de expertos alemanes para organizar grupos de mineralogistas y
metalúrgicos que visitaran Nueva España, Nueva Granada y Perú con el propósito
de introducir cambios técnicos y formar a los mineros. En síntesis, la política
reformista de los Borbón tuvo como propósitos: intensificar el comercio y la
manufactura de la península; en los territorios de ultramar hacia la metrópoli,
incrementar la producción minera y fomentar la producción de nuevas materias
primas en América; reorganizar el fisco para un mayor y eficaz recaudo de
impuestos, tributos y regalías para la corona; elevar los niveles de control
metropolitano sobre la estructura política y social de las colonias, siempre
partiendo de tener como premisa el interés ibérico.
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