LA EXPEDICIÓN
BOTÁNICA DEL NUEVO REINO DE GRANADA
A diferencia de las anteriores, para iniciar nuestra Expedición Botánica no se trajo pintores ni dibujantes de la Península. Después de varios años de trabajo, el Sabio Mutis logró el apoyo del Rey para sufragar los gastos de los que él llamó sus Ayudantes: herbolarios y pintores, más la creación de una Escuela de Dibujo y Pintura, adjunta a la "Botánica", para enseñar a niños y a jóvenes, y en donde se prepararían los futuros colaboradores de la Flora
A diferencia de las anteriores, para iniciar nuestra Expedición Botánica no se trajo pintores ni dibujantes de la Península. Después de varios años de trabajo, el Sabio Mutis logró el apoyo del Rey para sufragar los gastos de los que él llamó sus Ayudantes: herbolarios y pintores, más la creación de una Escuela de Dibujo y Pintura, adjunta a la "Botánica", para enseñar a niños y a jóvenes, y en donde se prepararían los futuros colaboradores de la Flora
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El prestigio de la Expedición Botánica fue muy grande desde sus comienzos. El sabio alemán Alejandro de Humboldt, entre muchos otros, estaba al tanto de estos trabajos. Una vez concluido su recorrido por el Orinoco y vuelto a Cartagena, el 30 de marzo de 1801, orientó su viaje hacia el interior de la Nueva Granada, atraído por la merecida fama de que ya gozaba la empresa mutisiana. Así lo describe en su diario de anotaciones: "Nuestra entrada en Santafé constituyó una especie de marcha triunfal. El Arzobispo nos había enviado su carroza, y con ella vinieron los notables de la ciudad, por lo cual entramos con un séquito de más de sesenta personas montadas a caballo. Como se sabía que íbamos a visitar a Mutis, quien por su avanzada edad, su prestigio en la Corte y su carácter personal es tenido en extraordinario respeto, procuróse por consideración a él, dar a nuestra llegada cierta solemnidad, honrándolo a él en nuestras personas. Por exigencias de la etiqueta, el Virrey no puede comer en la Capital en compañía de nadie, y así nos invitó a su residencia campestre de Fucha. Mutis había mandado habilitar para nosotros una casa cerca de la suya, y nos trató con extrema afabilidad. Es un anciano y venerable sacerdote de unos 72 años, muy rico además: el Rey paga 10.000 duros anuales por la Expedición. Desde hace quince años trabajan a sus órdenes treinta pintores; él tiene de 2.000 a 3.000 dibujos en folio, parecidos a miniaturas. Excepto la de Banks, de Londres, nunca he visto una biblioteca más nutrida que la de Mutis".
El barón de Humboldt venía a la Nueva Granada en compañía de Amadé Bonpland, con el propósito de trazar el mapa de la región norte del Amazonas y comparar sus colecciones con las del botánico José Celestino Mutis. Lo que no esperaba encontrar era un equipo tan organizado de herbolarios y pintores trabajando en tan magna empresa. Con la generosidad propia de su espíritu, elogió ampliamente la obra de Mutis y enfatizó su admiración por los trabajos pictóricos. Así lo manifestó también más tarde en la correspondencia que sostuvo con Don José Celestino Mutis.
El prestigio de la Expedición Botánica fue muy grande desde sus comienzos. El sabio alemán Alejandro de Humboldt, entre muchos otros, estaba al tanto de estos trabajos. Una vez concluido su recorrido por el Orinoco y vuelto a Cartagena, el 30 de marzo de 1801, orientó su viaje hacia el interior de la Nueva Granada, atraído por la merecida fama de que ya gozaba la empresa mutisiana. Así lo describe en su diario de anotaciones: "Nuestra entrada en Santafé constituyó una especie de marcha triunfal. El Arzobispo nos había enviado su carroza, y con ella vinieron los notables de la ciudad, por lo cual entramos con un séquito de más de sesenta personas montadas a caballo. Como se sabía que íbamos a visitar a Mutis, quien por su avanzada edad, su prestigio en la Corte y su carácter personal es tenido en extraordinario respeto, procuróse por consideración a él, dar a nuestra llegada cierta solemnidad, honrándolo a él en nuestras personas. Por exigencias de la etiqueta, el Virrey no puede comer en la Capital en compañía de nadie, y así nos invitó a su residencia campestre de Fucha. Mutis había mandado habilitar para nosotros una casa cerca de la suya, y nos trató con extrema afabilidad. Es un anciano y venerable sacerdote de unos 72 años, muy rico además: el Rey paga 10.000 duros anuales por la Expedición. Desde hace quince años trabajan a sus órdenes treinta pintores; él tiene de 2.000 a 3.000 dibujos en folio, parecidos a miniaturas. Excepto la de Banks, de Londres, nunca he visto una biblioteca más nutrida que la de Mutis".
El barón de Humboldt venía a la Nueva Granada en compañía de Amadé Bonpland, con el propósito de trazar el mapa de la región norte del Amazonas y comparar sus colecciones con las del botánico José Celestino Mutis. Lo que no esperaba encontrar era un equipo tan organizado de herbolarios y pintores trabajando en tan magna empresa. Con la generosidad propia de su espíritu, elogió ampliamente la obra de Mutis y enfatizó su admiración por los trabajos pictóricos. Así lo manifestó también más tarde en la correspondencia que sostuvo con Don José Celestino Mutis.
Tal como
lo anotó Humboldt, la Expedición llegó a contar con un completo equipo de
pintores, quienes trabajando afanosamente lograron llevar a cabo una empresa
incomparable tanto por el número como por la calidad de los iconos, nunca antes
producidos por ninguna otra Expedición científica.
La Expedición se instaló inicialmente en La mesa, sitio equidistante entre las tierras frías y los valles interandinos, en abril de 1783. Para iniciar su gran Flora, el Sabio Mutis procedió a contratar a dos pintores que ya ejercían como tales en Santafé: Pablo Antonio García del Campo (1744-1814) y Pablo Caballero (S. XVIII).
García del Campo había sido alumno de Joaquín Gutiérrez, uno de los más notables pintores santafereños del siglo XVIII. Habiendo sido nombrado Pintor de Cámara del Arzobispo Virrey en 1784, distribuyó probablemente su tiempo entre la Flora y su desempeño como pintor de retratos oficiales de mandatarios y eclesiásticos.
El mismo Mutis enseñó a García a iluminar los dibujos con la técnica del Miniado, pues la tradicional pintura al óleo, presentaba para sus propósitos dificultades prácticas enormes. Según Mutis esta nueva técnica era inusual aún en la misma España.
Del pincel de García del Campo se han identificado 100 láminas, en las que se aprecia su excelente manejo del dibujo. Al parecer García del Campo se retiró hacia 1794 dejando una obra importante no solo en cuanto a las láminas, sino fundamentalmente como maestro de pintores como Francisco Javier Matís (Guaduas, 1744 - Bogotá, 1851) y Salvador Rizo (Mompox,1762 - Bogotá, 1816).
Pablo Caballero, notable retratista, se vinculó por muy poco tiempo a la Flora en la que hasta donde se conoce alcanzó a dejar 4 láminas firmadas y fechadas y un grato recuerdo en su Director quien se refiere a él años más tarde con notorio afecto. Al retirarse Caballero, Don José Celestino Mutis buscó y encontró en la misma región a un joven que si algunas veces le proporcionó disgustos por su indisciplina, lo recompensó luego al convertirse en uno de sus más excelentes pintores: Francisco Javier Matís. En cierta forma Matís es el continuador de la obra Mutisiana y por así decirlo, el vínculo viviente entre la Expedición Botánica y la Comisión Corográfica, realizada en nuestro país entre los años de 1850 y 1859. Así lo demuestra el siguiente aparte, tomado del Papel Periódico Ilustrado; No. 87, año IV de Marzo 15 de 1885: "El señor Matís era humilde y modesto como sabio; sencillo, franco y risueño como un niño. Su casa situada cuadro y media arriba de Las Nieves, de pobre apariencia, era a la vez hogar de la familia, Escuela de Pintura y aula de Botánica: enseñaba gratis a varios niños todo lo que él sabía. La sala de su herbario era al mismo tiempo sala de pintura y pieza de recibo de visitas"... (2) Años más tarde el científico colombiano José Jerónimo Triana, colaborador de la Comisión Corográfica, relata emocionado en sus memorias cómo siendo ya Matís, un viejecito casi inválido, se lo llevaba él cargado a sus espaldas a herborizar en los Cerros de Monserrate. Matís dejó para la Flora cerca de 216 láminas firmadas y más de 70 dibujos, todos de una notable calidad, sobresaliendo en ellos no solo la precisión en el dibujo sino fundamentalmente el exquisito colorido de las flores.
Contemporáneamente a la vinculación de Matís, llegó a Mariquita procedente de Mompox, Salvador Rizo, acompañando al Capitán ingeniero Antonio de Latorre, en el cargo de "delineante", posiblemente cartógrafo. Incorporado a la Flora, se comprometió al trabajo con tanta dedicación, que una vez conocedor de las técnicas y de su empleo, como del manejo interno de la Empresa, se convirtió en maestro de los jóvenes y se desempeñó a la vez como Mayordomo de la Expedición aún hasta después de la muerte del Director, ocurrida en 1808. Refiriéndose a estos dos artistas Rizo y Matís, Don José Celestino dijo en una de sus cartas: “Pude lograr mis intentos aficionándolos a unas tareas pesadísimas compensadas con sus competentes salarios y con la esperanza de algunos honrados destinos que yo les proporcionaría concluída la Expedición. En efecto, estos han permanecido desde entonces y subsisten con amor al Real servicio desempeñando dignamente sus obligaciones". Salvador Rizo dejó además de 141 láminas, dos excelentes retratos de Don José Celestino Mutis, más uno del Director del Jardín Botánico de Madrid: don Antonio José Cavanilles examinando la Rizoa, que se encuentra actualmente en el Museo Nacional y otro del presbítero Juan Eloy Valenzuela y Mantilla, subdirector de la Expedición en sus inicios y gran colaborador de Mutis conservado en el Museo del 20 de Julio.
Uno de los retratos del Sabio Mutis: la Alegoría, también parece estar inspirado en el grabado que ilustra la primera página del "Hortus Cliffortianus", publicado en Amsterdam en 1737, obra que poseía Mutis en su biblioteca y que posiblemente Rizo conocía. El cuadro de Rizo tiene la particularidad de presentar el busto del ilustre Director de la Botánica en un pedestal, rodeado de libros, plantas y naturaleza a más de los objetos de su estudio, pero denotando en el rostro la naturalidad de un retrato al óleo sin la probable frialdad de una escultura en mármol. Posiblemente el artista haya querido con ello perpetuar la imagen amable de un Director severo pero afectuoso.
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