lunes, 24 de abril de 2017

SEMANA 14 EL SACRO IMPERIO ROMANO GERMANICO

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El Sacro Imperio Romano. Nombre dado al Imperio creado por Otón I, el Grande, en 962, en recuerdo del Imperio romano. En el reparto de este Imperio el título quedó vinculado al dominio sobre Italia. Comprendía el reino germánico, los territorios bajo influencia germánica de Bohemia y Moravia y el N y centro de Italia, incluidos los Estados Pontificios. En el s. XIII, Federico II intentó revitalizar el Imperio con la expansión comercial por el Mediterráneo, pero la resistencia del papa Inocencio III lo impidió. A la muerte de este emperador Alemania se convirtió en una aglomeración de principados autónomos. Los acuerdos de paz de Westfalia (1648) redujeron el Sacro Imperio a un simple nominalismo[1].
Historia Según la leyenda de San Silvestre, Constantino habría arrojado las insignias imperiales, siendo recogidas por el Papa y quedando depositadas, en teoría, en las manos del Pontífice, de manera que, en consecuencia, éste podía otorgarlas a quien considerara digno de las mismas. La presión que bizantinos, lombardos y aristocracia romana ejercían sobre el Papa, determinaron a éste a buscar un apoyo eficaz fuera de Italia, estableciendo así con la dinastía pipínida, mayordomos de los reyes merovingios: Los pipínidas ayudarán al Papa a mantener su independencia frente a las distintas amenazas, especialmente, frente a los lombardos, si bien, éstos se apoyarán en la auctoritas papal con el objeto de consolidar su linaje: Dada la dejadez de los llamados 'reyes holgazanes' merovingios, Pipino el Breve consultará a la curia pontificia si es adecuado que sea rey quien no gobierna, en clara referencia al merovingio Childerico III. El papa Zacarías afirmará que, efectivamente, ser rey implica ejercer una responsabilidad, un ministerium, un servicio, de modo que, de no ser ejercido, la deposición es legítima.
Así, y siguiendo la tradición germánica, Pepino el Breve será aclamado por los aristócratas francos como rey, si bien, la sanción definitiva vendrá dada con la unción del Papa San Bonifacio. Pipino será proclamado "patricio de los romanos", lo cual implica su reconocimiento como protector efectivo de Roma, y por tanto de la Iglesia y el Papado. El rey es hijo espiritual del Papa, y la Curia le concibe, siguiendo el Antiguo Testamento, como nuevo David, rey guerrero, santificado por la unción, protector de la Iglesia y el pueblo.
Uno de los hijos de Pipino, Carlos, mantendrá esta política de protección del Papa y su independencia, siendo por ello premiado, en la Navidad del año 800, con la dignidad imperial. Sin embargo, muy pronto surgirán diversas concepciones al respecto de éste importante hecho: Para Roma, el título imperial sólo tiene sentido si se entiende como servicio, como ministerium, fundamentalmente a Dios y la Iglesia, pero para la corte carolingia de Aquisgrán, el título imperial no viene sino a rubricar el papel del rey de los francos como elegido de Dios y protector de la Iglesia, constituyendo un título de prestigio y no tanto una obligación.
Coronando al rey de los francos, el Papa esperaba asegurar su independencia y protección y manifestar que la auctoritas le corresponde a él, aunque la potestas sea de los príncipes laicos, es decir, que si bien la Iglesia no tiene poder, tampoco el poder del príncipe es absoluto, sino que está limitado por la autoridad del Papa. Sin embargo, para Carlomagno, la coronación imperial no era sino la sanción jurídica, la culminación simbólica del proceso de consolidación del poder de su linaje y del pueblo franco, como pueblo elegido de Dios: lejos de pretender asegurar la independencia de la Iglesia, Carlomagno pretendía controlarla para hacer de ella un mero apoyo ideológico, cultural, espiritual, administrativo, etc. El poder estaría en manos del Emperador, no siendo el papa mucho más que un mero sumo sacerdote.
En 858 es proclamado Papa Nicolás I, el cual asume las ideas de Gregorio Magno y Gelasio I, insistiendo pues, en la primacía del Papa y en que el poder imperial deriva de la autoridad pontificia, de manera que el emperador es súbdito del Papa, y no al revés. La desobediencia al mismo, implicaba no sólo infidelidad, sino idolatría, al pretender poner por encima del vicario de Cristo al Rey. Esta doctrina será muy bien acogida por los Welf, como representantes de una alta nobleza territorial que aspira a reducir el control y la soberanía que el emperador ejerce también sobre ellos.
Antecedentes El Sacro Imperio Romano Germánico, entidad política de Europa occidental, cuya duración se prolongó desde el 800 hasta 1806. Fue conocido en sus inicios como Imperio Occidental. En el siglo XI se denominó Imperio romano y en el XII, Sacro Imperio. La denominación de Sacro Imperio Romano Germánico fue adoptada en el siglo XIII. Aunque sus fronteras se ampliaron de forma notable a lo largo de su historia, los estados germanos fueron siempre su núcleo principal. Desde el siglo X, sus gobernantes eran elegidos reyes de Germania y, por lo general, intentaban que los papas les coronaran en Roma como emperadores, aunque no siempre lo conseguían.
El trono imperial de Roma quedó vacante después de que Rómulo Augústulo fuera depuesto en el 476. Durante los turbulentos inicios de la edad media, el concepto tradicional de un reino temporal conviviendo con el reino espiritual de la Iglesia fue alentado por el Papado. El Imperio bizantino, con capital en Constantinopla (hoy Estambul, Turquía), que controlaba las provincias del Imperio romano de Oriente, conservaba nominalmente la soberanía sobre los territorios que anteriormente poseyó el Imperio de Occidente. Muchas de las tribus germanas que habían conquistado estos territorios reconocieron formalmente al emperador de Bizancio como su señor.
Debido en parte a esta situación y también a otras razones, entre las que se incluye la dependencia derivada de la protección bizantina contra los lombardos, los papas reconocieron durante un largo tiempo la autoridad del Imperio de Oriente después de la abdicación forzosa de Rómulo Augústulo.
Formación El proceso de formación del Sacro Imperio Romano Germánico está asociado con la política de centralización en la región. Otón I fue electo emperador en el año 936 y durante su reinado comando los ejércitos que derrotaron a los húngaros, garantizándose así prestigio e gran influencia, en su relación con los nobles alemanes y con la Iglesia Católica, a la cual defendía, después de que fuera nombrado sagrado emperador por el Papa en el año 962. Es así como nació el Sacro Imperio Romano Germánico.
El Sacro Imperio Romano-Germánico y la pugna con el Papado
Las guerras intestinas que estallan durante el reinado de Luis el Piadoso y la presión ejercida por los normandos contribuirán a debilitar extremadamente a la dinastía carolingia, hasta el punto de que se producirá la translatio imperii, el traspaso de la dignidad imperial a una nueva dinastía: tras derrotar a los destructivos húngaros en Lech (955), el duque de Sajonia Enrique I el pajarero, el Cetrero adquirió gran prestigio, en lo que no era sino manifestación del poder que habían adquirido los grandes ducados orientales del agonizante Imperio carolingio, esto es, los ducados alemanes. Así, Otón I, hijo de Enrique, era coronado en 962 como Emperador.
Sin embargo, este traslado de la dignidad imperial a Alemania no iba a evitar la pugna entre el poder laico y el eclesiástico, sino que, por el contrario, iba a dar pie a algunos de los más notables episodios de este enfrentamiento de la Historia de Europa. Sin duda, uno de los más conocidos será la Querella de las Investiduras, protagonizada por Enrique IV de Sajonia (1056 - 1106), y que estalla por la pretensión del emperador de designar a los cargos eclesiásticos o administrar las rentas de los monasterios, pasando por encima del Papa y estableciendo así un control absoluto sobre la Iglesia. Gregorio VII publicó entonces los Dictatus Papae, que contemplaban la deposición del Emperador si amenazaba la libertad de la Iglesia - dado que la unción y coronación como emperador se basaba, precisamente, en que éste defendiera dicha libertad, por lo cual, de no hacerlo, resultaba lógico desposeerle del dicha dignidad imperial.
Los grandes señores alemanes, temiendo perder su autonomía ante el inmenso y absoluto poder que la victoria sobre el Papa proporcionaría al Emperador, decidieron apoyar al Papado, estableciéndose así un equilibrio entre ambos contendientes. No obstante, ésta se decantó en 1137, tras la muerte de Lotario III por Conrado III Hohenstaufen de Suabia, cuyo linaje era conocido como Weiblingen, que formarán el bando de los gibelinos, frente a la familia Welf de Sajonia. Sin embargo, la pugna vino a intensificarse con Federico I Hohenstaufen, conocido como Barbarroja (1152 - 1190), el cual, si bien ayudó inicialmente al Papa frente a los patricios romanos, lo hizo para asegurar su poder y prerrogativas sobre las ciudades lombardas, las cuales, lideradas por Milán, se unieron en la Liga Lombarda, a la que el Papa apoyaría. Aprovechando la ausencia del Emperador y su derrota ante los noritalianos en Legnano (1176), los magnates alemanes consolidaban su poder, haciendo de contrapeso a Barbarroja y los magnates subordinados a él.
No obstante, el poder imperial resultaba todavía suficientemente amenazante para la posición del Papa como para buscar un nuevo aliado, Francia, potencia que se mostraba cada vez más pujante, que parecía querer reeditar el imperio carolingio, y cuya intervención en Italia abrirá nuevos episodios conflictivos que marcarán la historia de Europa, al menos, hasta bien entrada la Edad Moderna e incluso la Contemporánea. En este sentido, resulta significativo que la extinción del Sacro Imperio Romano Germánico, en 1806, viniera propiciada por la proclamación del napoleónico Primer Imperio Francés y que el Segundo inaugurado por el sobrino de Bonaparte, Napoleón III, fuera anulado a su vez, por el II Reich alemán del prusiano Guillermo I.
Demografía
En el siglo XII migración masiva de germanos a Lusacia. Desde el siglo XIII, habían en algunas ciudades locales llamados Frauenhäuser (casas de mujeres), la prostitución se consideraba un mal necesario. El emperador Segismundo escribió desde la ciudad de Constanza una carta solicitando 1.500 prostitutas para el Concilio de 1414 a 1418. En el siglo XVI las prostitutas empiezan a ser perseguidas con la aparición de la Reforma y de la sífilis.
En 1416 llegan los primeros gitanos a Suiza, 1417-1418 expulsados de Meissen, 1418 expulsados de Leipzig y llegan a Estrasburgo, el 1 de noviembre de 1419 a Augsburgo, 1422 a Bolonia, 1424 expulsados de Munster, 1426 expulsados de Meissen, 5 junio de 1430 llegan a Mentz, 1432 expulsados de Kassel y llegan a Weimar, 1433 Baviera, En 1500 Dieta de Augsburgo los expulsa, así como en 1530,1543,1544. En 1545 Utrecht condena a un gitano hasta manar sangre, sacarle las venas de al nariz, afeitarle la cabeza antes de condenado al límite de la provincia por contradecir el destierro.
En 1548 la Dieta de Augsburgo declaró que quienquiera que mate a un gitano, no será culpable de asesinato. En 1556, el gobierno prohibió de ahogar a mujeres y niños gitanos. En 1577 una ordenaza de Francfort pide perseguirlos como animales dañinos y quemarlos después de azotarlos. En 1582 expulsión de Provincias Unidas. En 1717 llega Anton Wilhelm Amo (1703–1759) nacido en Ghana, de la tribu Nzema, se convirtió en el primer negro en llegar a ser profesor de universidad en 1734.
Unidad
La unidad del Imperio quedó debilitada en 1555, cuando por la Paz de Augsburgo se permitió a cada ciudad libre y a cada estado de Alemania la elección entre el luteranismo o el catolicismo. Por la Paz de Westfalia (1648), que puso fin a la guerra de los Treinta Años, el Imperio perdió lo que le quedaba de soberanía sobre los estados que lo formaban, y Francia se convirtió en la primera potencia de Europa. El Sacro Imperio Romano, en su etapa final, sirvió principalmente como instrumento para las pretensiones imperiales de los Habsburgo, pero todavía desempeñó ciertas funciones, principalmente dirigidas al mantenimiento de una cierta unidad entre los distintos estados que lo componían.
Los últimos emperadores, todos ellos gobernantes de Austria, preocupados principalmente por agrandar sus dominios particulares, fueron meras figuras decorativas. Una fútil intervención militar contra la Francia revolucionaria constituyó la última acción importante del Imperio en asuntos políticos europeos. Como consecuencia de su bien fundado temor a que Napoleón I de Francia intentara apoderarse del título imperial, Francisco II de Austria, el último emperador, disolvió formalmente el Imperio el 6 de agosto de 1806 y estableció el Imperio Austriaco. El Sacro Imperio Romano Germánico equivale en la historiografía alemana al I Reich; el segundo Imperio Alemán (1871-1918) es también conocido como el II Reich; en tanto que el Imperio nazi constituiría el III Reich (1934-1945).
Tensiones
Tras la fusión de las tribus germanas, causa de la creación de una serie de estados cristianos independientes en los siglos VI y VII, la autoridad política de los emperadores bizantinos prácticamente desapareció en Occidente. Al mismo tiempo, se dejaron sentir las consecuencias religiosas de la división de la Iglesia occidental, de modo particular durante el pontificado (590-604) de Gregorio I. A la vez que el prestigio político del Imperio bizantino declinaba, el Papado se mostró cada vez más resentido por la injerencia de las autoridades civiles y eclesiásticas de Constantinopla en los asuntos y actividades de la Iglesia occidental. La consecuente enemistad entre las dos ramas de la Iglesia alcanzó su punto crítico durante el reinado (717-741) del emperador bizantino León III "el Isaurio", quien intentó abolir el uso de imágenes en las ceremonias cristianas.
La resistencia del Papado al decreto de León culminó en la ruptura con Constantinopla (730-732). El Papado alimentó entonces el sueño de resucitar el Imperio de Occidente. Algunos papas estudiaron la posibilidad de embarcarse en el proyecto y asumir el liderazgo de ese futuro Estado. Sin fuerza militar alguna ni administración de hecho, y en una situación de gran peligro por la hostilidad de los lombardos en Italia, la jerarquía eclesiástica abandonó la idea de un reino temporal unido al reino espiritual y se decidió a otorgar la titulación imperial a la potencia política dominante en la Europa occidental del momento: el reino de los francos. Algunos de los gobernantes francos habían probado ya su fidelidad a la Iglesia; Carlomagno, que ascendió al trono franco en el 768, había demostrado una gran cualificación para tan elevado cargo, especialmente por la conquista de Lombardía en el 773 y por la ampliación de sus dominios hasta alcanzar proporciones imperiales.

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